PREFACIO
Era el 9 de octubre de 2012. El autobús escolar, un camión adaptado para cumplir esa función, había avanzado apenas unas cuadras desde la escuela Khushal en Mingora, en el noroeste de Pakistán, cuando un hombre con el rostro cubierto se interpuso delante del vehículo. Un segundo agresor, armado con una pistola, trepó por la parte trasera del vehículo, se inclinó hacia adentro y preguntó cuál de las 20 alumnas que viajaban en el transporte era Malala. Cuando el conductor aceleró, el hombre armado abrió fuego, y Malala recibió un disparo en la cabeza.
Malala Yousafzai, de 15 años, había cobrado notoriedad en la zona —y se había convertido en un objetivo para la rama pakistaní de los talibanes— tras atreverse a alzar su voz contra el edicto de las milicias que prohibía que las niñas asistieran a la escuela y contra los atentados con explosivos perpetrados por estos grupos en escuelas. En estado crítico debido a una bala que le atravesó la cabeza y un hombro y quedó alojada cerca de la columna vertebral, fue llevada de urgencia en helicóptero a un hospital militar en Peshawar, junto con otras dos compañeras que también resultaron heridas. Desde allí, fue trasladada a Inglaterra, donde reside actualmente después de atravesar una recuperación asombrosa.
Aclamada por los medios internacionales y elogiada por organizaciones de derechos humanos que destacan su valentía, Malala ha alcanzado fama en todo el mundo. Sin embargo, es tan solo una entre miles de estudiantes, docentes, académicos y otros miembros del personal educativo que, en decenas de países, son perseguidos con métodos violentos.
Este estudio de alcance global expone la magnitud y la naturaleza de los ataques contra la educación; hace hincapié en el impacto que tienen sobre la educación al afectar a estudiantes, docentes y establecimientos; y documenta los mecanismos implementados por gobiernos, comunidades locales, organizaciones no gubernamentales (ONG) y órganos de la ONU para reducir el impacto de este tipo de violencia y evitar nuevos ataques en el futuro.
Para ello, ofrece el corpus de documentación más completo sobre ataques contra la educación que se haya conformado hasta la fecha. A partir de estudios anteriores publicados por la UNESCO en 2007 y 2010, no solo examina los ataques contra escuelas, que fueron abordados previamente por otras investigaciones, sino que además toma en cuenta el uso militar de predios educativos y analiza con mayor detenimiento los ataques contra la educación superior. Los cuatro objetivos principales del estudio son: contribuir de manera más efectiva a las iniciativas internacionales y nacionales destinadas a prevenir que escuelas, universidades, estudiantes, docentes, académicos y otros miembros del personal educativo sean objeto de ataques; fomentar la investigación, el juzgamiento y la sanción de quienes cometan ataques; difundir conocimientos vinculados con respuestas que hayan resultado efectivas; y ayudar a quienes han sido atacados a recuperarse y reconstruir sus vidas —como lo está haciendo Malala— formulando recomendaciones de acciones propuestas que deberían ser adoptadas e implementadas por la comunidad internacional, los gobiernos y los grupos armados no pertenecientes al Estado.
En julio de 2013, Malala habló frente a la Asamblea General de la ONU y subrayó la importancia de proteger a la educación. “Los terroristas creyeron que lograrían cambiar mis objetivos y frenar mis aspiraciones”, manifestó, “pero nada ha cambiado en mi vida, excepto que ahora ya no siento debilidad, temor ni desánimo. Tomemos nuestros libros y lápices. Son nuestra arma más poderosa”.